domingo, 28 de octubre de 2007

Empleado imprescindible

Pedro era el hombre imprescindible, en todas las empresas hay alguien así, muchas veces no tiene por qué ser el director general o el propietario, en este caso el de su empresa era él.

Ostentaba el cargo de gerente y estaba completamente convencido que algún día no muy lejano sería nombrado director de sección, porque era un hombre considerado por todos íntegro, intachable y para ello se empleaba a fondo día tras día. Si nos fijamos bien, comenzó hace tantísimos años de ayudante y mira donde había llegado.

Es cierto que tenia algún que otro rifirafe con su mujer por tanto trabajo economícamente infravalorado, pero ya se sabe que las mujeres protestan por todo. De vez en cuando obtenía la sonrisa beneplácita de D.Juanito, el propietario, cuando venía de París donde residia entre dias, para Pedro eso era más que suficiente.

Se que lo he dejado muy claro, pero era tan obvio que la empresa parecía más de Pedro que de D.Juanito que sorprendia a clientes, proveedores y su mujer. Era la peersona que llegaba antes y se iba después. Así los últimos veinte años y orgulloso, siempre decía que durante ese tiempo nunca habia faltado, menos la semana que pasó aquella fuerte gripe.

Cuando alguien quería saber algo, incluido el señor director general, era a él siempre a quien acudian. ¿Cúal es el número de teléfono de alguien? o ¿Dónde alguien había dejado algo?

Pero D.Juanito tenía 90 años y... bueno, de un infarto murió en la cama.

Los hijos de D.Juanito no tardaron mucho en querer hacer el "Cash" de la herencia y vendieron la empresa antes de que nadie lo supiera a unos holandeses que también querían dinero, lógicamente para eso compraron la empresa.

En su extraña lógica holandesa dedujeron que si les habían vendido la empresa tan rápido y tan barato debía ser porque no debía ir muy bien pese a los balances mostrados, de los cuales desconfiaban, a fin de cuentas, según un viejo cuento holandés nadie mata a la gallina de los huevos de oro.

Con ese motivo completamente justificable, los holandeses introdujeron su política justificable, es decir, se cargaron al director general y a todos los directores de sección de pasada para poner a personas de su confianza. Personas de su pueblo que conocian perfectamente lo que había que hacer en el mercado local, es decir, nombraron a Von Panzer Calafnicof el nuevo “Staff-Strong”

Recién tomada posesión el nuevo super comenzó a entrevistar a los cargos intermedios, para ver cual de ellos era la causa del problema y con lógica holandesa comenzó por el gerente imprescindible. Lo sentó en su oficina y le hizo dos o tres preguntas tan solo.

— “Veor” que “uhsted” es “geronte” de la compañía... trabaja “quí” desde veinte años antes ¿Donde falla la compañía? – preguntó escudriñando a Pedro con una sonrisa maliciosa.
— No sabía que la empresa fallase... – respondió Pedro rebotando como un muelle sin que pudiera acabar la frase, porque el holandés le interrumpió
— ¿Lleva tantos años trabajando qui y no sabe?¿Es usted gerente? – sin dar tiempo a responder continuó con la entrevista – ¿Qué estudios tiene?

¿Cómo explicar que Pedro nunca tuvo tiempo de estudiar, siempre se entregó en cuerpo y alma a la empresa y siempre ha tenido “otras” cosas que hacer.

Fue despedido por un motivo justificado, su coste laboral. Acordaron precipitadamente un dinero por despido improcedente que Pedro firmó, de la que siempre decía que debió ser mucho más, especialmente cuando el dinero se le acabó y el paro. Se separó de su mujer y pasó los siguientes años preguntándose y maldiciendo la injusticia de todo lo que le había pasado.

Culpó al gobierno, a su mujer, a D.Juanito y prometío incendiar Amberes... Hasta que se dio cuenta de quíen era en realidad la culpa.

¿De quien fue?

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